Las rabietas de los más pequeños son una manera de mostrar cómo se sienten, es su forma de expresar una frustración, cuando no pueden o no saben comunicarse verbalmente. Hay épocas en las que están más nervioso, por ejemplo, en las vacaciones, cuando no siguen sus rutinas. EL periodo en que se dan las rabietas, no se puede establecer de manera concreta, comienzan en torno a los 2 años y continúan hasta los 4 años de edad, aunque pueden mantenerse más tiempo. Aparecen cuando hay algún cambio, a los 2 años por ejemplo, en la fase del no, del mío, cuando quieren ser más autónomos.
Hay que prestar atención a nuestra conducta para que las rabietas no se conviertan en un reforzador de la conducta no deseada. En determinadas familias los niños aprenden que con las rabietas consiguen lo que quieren. Cuando queremos que los hijos no griten, y sobre todo que se porten bien fuera de casa, en estos casos, hay más posibilidades. de ceder para evitar que se produzca el espectáculo delante de los demás. Si las rabietas nos molestan y nos sentimos frustración por no haber sido capaces de manejarlas, en ocasiones, nuestro comportamiento no es el más adecuado.
La rabieta es una parte del desarrollo. Hay que observar si son muy frecuentes, en un tiempo prolongado, para descubrir si en realidad está manifestando algo más, habrá que descubrir qué está pasando. Puede ser que no duerma lo suficiente.
¿Qué hacemos cuando se produce una rabieta? Respirar y cargarse de paciencia. No tomárselo como algo personal. Lo que necesitan en ese momento de bloqueo, es que les acompañemos. No significa saltarse los límites. Respetar los tiempos y entender qué es lo necesita. Podemos preguntarnos: «¿qué es lo que yo necesito cuando estoy frustrada? No me viene bien que me griten». Cuando la tormenta termine, se puede comentar lo que ha pasado. Hay que ser consciente de algo muy importante: los adultos también estamos gestionando nuestras propias emociones y sobre todo hay que recordar que estamos dando ejemplo.
Ideas para prevenir las situaciones problemáticas:
- Cuidarse bien para cuidar bien, sentirse bien para acompañar bien. Autocuidado.
- Perdonarnos y aprender de nuestros errores.» Tengo claro que esto no lo quiero volver a hacer». Complementario a esto hay que valorar lo que hacemos bien, por ejemplo al final del día. Somos muy críticos con nosotros mismos y nuestros hijos.
- Pasar tiempo libre jugando a lo que los hijos quieren y ellos proponen. Recordar los momentos divertidos juntos y viendo las fotografías de las vacaciones.